La última vez que escribí aquí, el texto se quedó a medias (nótese cómo le adjudico la responsabilidad al texto y no a mis manos que dejaron de teclear). Parece que intentaba hacer un palabrerio sobre mis recuerdos mundialistas, tanto dentro de la cancha, como fuera de ella, en ese otro campo en el que sentimientos e ideas se enmarañan y se olvidan del fair play. Que jueguen limpios los que practican polo, acá la selección de Lapuente y su empate agónico contra Países bajos comete zancadillas desesperadas al ser anulado por la compañera que me comparte la mitad de su pupitre para verlos jugar en horario de clases.
Pero como tantas otras cosas en mi vida, la reflexión futbolera quedó mocha. Quién sabe cuántas digresiones y recuerdos me faltaban para llegar a la parte en la que me quejaba de los estudiosos infatigables que despotrican contra formas de juego que no son las suyas, como si el jugar solo fuera uno y lo demás mereciera censura. Y después llegaría a la idea de que el VAR que tanto critican o alaban no es sino un intento de apresar al juego que no beneficia más que a casas de apuesta con su falsa sensación de objetividad.
Y es que creo que jugar es tomar los lapices de colores y pintar las paredes, salirse de la raya en el cuaderno, jugar a las escondidas en el Fortnite o meter la mano para anotar porque sólo faltaba intentar eso. La magia del juego está en esa otra realidad que se crea y que todos aceptamos como verdadera mientra el balón, por ejemplo, está rodando.
Sobre eso iría este texto que empecé a escribir en diciembre y que ahora ya es otra cosa. En lugar de la disertación sobre el jugar como semillero para la creación de otros mundos más divertidos que éste, ahora tengo este nuevo intento por retomar la escritura, aunque sea para tratar de entender por qué la abandono con tanta facilidad.
Si alguien leyera esto y exigiera una explicación, esta noche le diría que es porque se me olvida jugar y me tomo demasiado en serio esto de ser adulto y tener que escribir cosas que perduren, trasciendan y merezcan ser leídas por todo el mundo. Como si eso fuera posible, o siquiera deseable.
El plan es jugar y practicar más, ya mejoraré, o no. De entrada este otro primer texto no pone la vara muy alta.
Seamos pacientes, con nosotros y con los otros.
Por último: Qué bonito fue ver a Messi levantar la copa.